Erwin Hymer se va a la Costa.
Tierra de pueblos blancos, playas, vino y buenos espetos, Málaga ofrece un completo que saciará a todo autocaravanista amante de la buena vida. El plan es conocer la magia de las poblaciones blancas ubicadas entre parques naturales, seguir luego por la costa refrescándose en las playas y calas malagueñas y continuar camino por la ruta del vino para acabar en las milenarias tierras de Antequera. Un plan con muchos atractivos perfecto tanto para experimentados viajeros como para quienes se estrenen con la autocaravana o hayan pensado en alquilar una, ya que encontrarán buenas opciones de alquiler en centros como el de Autocaravanas Hidalgo, a menos de 12 kilómetros del aeropuerto. Así que ni siquiera los que aún no sean propietarios tienen excusa para perderse una de las rutas más atractivas de la península. Un emplazamiento de referencia para los amigos de las marcas vinculadas al Grupo Erwin Hymer.
Pueblos blancos
Una vez detrás del volante podemos rodear el Parque Natural Sierra de las Nieves y llegar a Ronda, un verdadero lujo para cualquier viajero. Si esta es vuestra primera vez seguro que no os deja indiferente. Situada en una cuenca rodeada de montañas, es una de esas localidades que tiene algo de mágica. Y no solo por su espectacular puente de mediados del siglo XVIII, no apto para los que sufren vértigo. También por sus baños árabes, por sus palacios y plazas, por las murallas que custodian la ciudad… Conocieron bien sus calles personajes como Rilke, Somerset Maugham, Orson Welles o Hemingway. Y por algo sería que en todos ellos Ronda dejó recuerdos que no olvidaron con facilidad.
De nuevo en la autocaravana, podemos tomar camino ahora hacia Benaoján, uno de los famosos pueblos blancos donde los aficionados al turismo activo encontrarán un paraíso. Ubicado en pleno Parque Natural Sierra de Grazalema, un clásico es la excursión a la Cueva del Gato y la Cueva de la Pileta, donde puedes practicar espeleología, piragüismo o escalada y disfrutar de un entorno como pocos. Pero ahí no acaba la ruta de los pueblos blancos. Aún nos queda conocer Montejaque, que significa “montaña perdida”, con mucho sabor andaluz; Jimera de Líbar junto al pico Martín Gil; Atajate, Benadalid y Algatocín, con buenas vistas a un paisaje serrano dominado por alcornoques y castaños; Gaucín o Casares, conocido como el pueblo colgante por estar situado en un monte donde se levantan sus casas blancas. Todos ellos son una buena oportunidad para reponer fuerzas o cargar nuestra despensa de productos chacineros.
Playas y vino
Aunque el trayecto hasta Casares ya es una buena ruta con suficientes atractivos como para que el viaje merezca la pena, si queremos completarla tenemos a un paso la costa malagueña, en donde es casi obligado darse un chapuzón. Nos esperan Estepona, San Pedro de Alcántara, Marbella, Calahonda, Fuengirola, Benalmádena, Torremolinos… Aprovechar para tomar unos buenos espetos en cualquier chiringuito de la zona siempre es buena idea.
Y lo que viene a continuación tampoco tiene desperdicio. Tras la visita a la ciudad de Málaga – además de los monumentos clásicos no os perdáis un paseo por el Mercado Central de Atarazanas, de los más animados de España – llega el recorrido por la ruta del vino malagueño que podemos comenzar en Algarrobo, unos 20 kilómetros antes de llegar a Nerja. Los famosos vinos dulces de esta zona son una auténtica delicia que hay que probar haciendo escala en Frigiliana, Cómpeta o Canillas del Aceituno.
Si todavía queda tiempo y apetece continuar camino, la comarca de Antequera es otra de esas joyas que se merecen aún más fama de la que cosechan. Entre lo que no os podéis perder se encuentra la Alcazaba de Antequera, que se conserva en muy buen estado, además del famoso Caminito del Rey en el desfiladero de los Gaitanes, el paraje natural de El Torcal o el Dolmen de Menga, una enorme galería que desemboca en una cámara sepulcral formada por dos paredes de siete monolitos cada una y uno en la cabecera levantada hace 6.000 años. Todo un tesoro para los aficionados a la arqueología.