Un maravilloso valle llamado Ricote
En la mitad norte de la región de Murcia, a unas cuantas decenas de kilómetros de la famosa costa cálida que atrae cada año a cientos de miles de visitantes, se encuentra un original paisaje verde, repleto de palmeras y frutales, que parece levantarse como un oasis. Es el valle de Ricote, también conocido como el Valle morisco por ser uno de los últimos rincones a los que se aferraron los árabes en España. Recorrer esta tierra regada por las aguas del río Segura es una sorpresa plagada de tonos verdes que pintan un paisaje perfecto para disfrutarlo en una autocaravana.
Nuestra ruta comienza en Archena, la catedral del descanso y el relax. Su balneario, rodeado de jardines que parecen no conocer el estrés ni las prisas de la ciudad, es una buena excusa para dar sentido a la expresión “buena vida”. De ella disfrutaron ya los pobladores íberos del siglo V a.C., aunque fueron los romanos quienes levantaron las primeras termas. Desde entonces, el prestigio de este histórico balneario no ha dejado de crecer. Pasear por el recinto, remontándonos a finales del siglo XIX, cuando la aristocracia se relajaba en sus aguas, es experiencia que no podéis saltaros. Igual que pasear junto al Segura en el atardecer, disfrutando sin más de la atmósfera que lo rodea. No encontraréis mejor punto de partida porque es en Archena, en el Palacete de Villa Rías, donde se encuentra el Centro de Interpretación Turística del Valle de Ricote, perfecto para orientarnos en la ruta que tenemos por delante. Desde el centro termal nos subiremos a nuestra autocaravana para coger la carretera que nos llevará al mirador de la ermita de San Roque, en Villanueva del Río Segura.
Un poco más adelante alcanzaremos Ulea, donde hay que echar un buen vistazo a la panorámica que tenemos delante. Si subimos a la torre del Gurugú, de estilo árabe, podremos disfrutar de una espléndida imagen de la huerta murciana en un paraje morisco. Otro lugar perfecto para los amantes de las buenas vistas es el mirador del Corazón de Jesús, desde donde se ve la Iglesia de San Bartolomé, la Casa Parroquial y el Templete del Henchidor. Todos ellos sin desperdicio.
De nuevo nos pondremos en ruta para estirar las piernas en Ojós, famoso por sus casas solariegas que aún conservan escudos nobiliarios y rejas del siglo XVII. Pasear por las sendas abiertas junto al río y descubrir paisajes de cuento como el del Salto de la Novia son algunos de los imprescindibles. Igual que la visita a la presa del Azud y al Paraje del Solvente, que no defrauda.
Si continuamos hacia el oeste alcanzaremos enseguida Ricote, la localidad que da nombre al valle y que se levanta en la sierra rodeada de limoneros y palmeras. Desde Ricote salen varios senderos por los que adentrarse en el valle, así que los amantes del trekking se encontrarán aquí a sus anchas. Para los que prefieran conocer el patrimonio arquitectónico, el Palacete de Llamas y la Iglesia de San Sebastián son dos buenas opciones.
Desde Ricote podemos continuar disfrutando del oasis murciano que recubre de vegetación las agrestes montañas siguiendo la RM 532 en dirección Cieza, nuestro siguiente destino. Las opciones para los aventureros se multiplican en este punto: escalar el Pico del Almorchón, bañarse en el paraje de La Presa, caminar hasta la Fuente del Gorgotón, en el Cañón de los Almadenes, hacer un descenso por el río Segura… Pero independientemente de la opción que se elija, hay que acercarse al yacimiento de Medina Siyâsa, despoblado islámico que se levanta en el cerro del Castillo. Y también a la Cueva de la Serreta, en el margen izquierdo del Segura, justo en el borde del cañón cárstico de Los Almádenes.
Aún nos aguardan más sorpresas en Abarán, donde se puede recorrer la ruta de las Norias además de dar un paseo hasta la Ermita de los Santos Médicos San Cosme y San Damián, el Santuario de la Virgen del Oro o la Iglesia de San Pablo, del siglo XVIII. Para cerrar la jornada con un broche de película podemos recorrer unos kilómetros más hasta alcanzar Blanca. Allí se encuentra una fortaleza islámica sobre la Peña Negra y el antiguo barrio árabe, donde hay que fijarse en cada detalle. Otras visitas que merecen la pena son la Casa de la Favorita y la Mansión del Conde de Trenor. O perderse sin rumbo fijo por las calles de la localidad, salpicada de obras de arte contemporáneas en la llamada vía del arte. Una delicia de ruta que descubre otra cara de Murcia. Nuestra autocaravana nos permite tener todo más cerca…