El fin de semana de invierno perfecto
Puede que el turismo que más se conozca fuera de nuestras fronteras sea el de sol y playa, pero afortunadamente, la península ibérica es un lugar de contrastes donde encontrar casi de todo. Tanto que también los paisajes invernales, de montañas nevadas y mantos blancos sobre las llanuras, existen. Y son una auténtica delicia. Disfrutar de ellos en autocaravana es una estupenda experiencia en esta época del año, cuando el invierno nos ofrece estampas de postal. Y si queremos conocer esos paisajes extremos hay un lugar que no podemos perdernos: el Triángulo del Frío. También es una forma de ver el estado de nuestra autocaravana.
Técnicamente, el Triángulo del Frío, lo forman Teruel, Calamocha y Molina de Aragón, el trío de poblaciones que tienen el honor de haber sido los más fríos en uno de los países más altos de Europa, porque España tiene una altitud media de 660 metros sobre el nivel del mar.
Los datos no engañan. La temperatura más baja que se ha dado en zona habitada es la de Fuentes Claras, junto a Calamocha, donde un día de diciembre de 1963 se registraron nada menos que -30ºC. Un poco antes, en 1952, fue Molina de Aragón la que congeló los termómetros: registró -28.2ºC. Y la ciudad de Teruel tampoco se queda corta: en 1945 la temperatura bajó a -22ºC.
Molina de Aragón
La clave está en el particular paisaje de este triángulo, situado a gran altitud y al mismo tiempo con espacios muy abiertos en forma de grandes llanuras. Recorrerlo en autocaravana es toda una experiencia que además nos permitirá conocer tres localidades con mucho encanto. Podemos comenzar por la provincia de Guadalajara, viajando hasta Molina de Aragón. Allí nos parecerá estar entre los decorados de una película medieval, solo que real. No solo por su espectacular castillo, levantado sobre una loma. También por su larguísima muralla exterior, con numerosas torres de defensa.
Otros imprescindibles son el puente románico sobre el río Gallo, el Palacio del Obispo, las Iglesias de San Felipe, San Martín y San Gil, el palacio del Virrey de Manila, la judería, el antiguo convento de San Francisco… Una colección de joyas arquitectónicas que se complementan con numerosos bares para una ruta de tapeo (si la situación actual lo permite, claro).
Calamocha
Ya de vuelta en la autocaravana tomaremos rumbo a Calamocha, otro tesoro escondido que no tiene desperdicio. Se encuentra en medio de la extensa llanura del Jiloca, en el margen derecho del río, y precisamente su posición hizo que fuera un lugar tan codiciado que se levantó sobre él una gran fortaleza.
Hoy no hay torres ni castillos, pero sí palacetes de estilo aragonés y una extraordinaria iglesia barroca, además de un puente romano, construido en el siglo I d.C., rodeado de un paisaje para no perderse. Además, muy cerca de Calamocha, en Caminreal, encontraréis un área para autocaravanas donde podréis cargar agua y vaciar aguas grises y negras.
Teruel
La última parada de la ruta será la ciudad de Teruel, también conocida como la ciudad de los amantes, la ciudad mudéjar o la ciudad de las fiestas de la vaquilla. Un lugar sorprendente en el que perderse para encontrar decenas de sorpresas en forma de catedral, de iglesias, de la plaza del Torico, de escalinatas como la del paseo del Óvalo…
Si hay tiempo, no podemos marcharnos sin tapear algunas de las delicias que proponen en los animados bares del centro, donde se mima el estómago del cliente con buen jamón, deliciosas trufas, regañaos, tordos con arroz…Un festival gastronómico tras el que el cuerpo nos pedirá descansar.
Por suerte, a unos tres kilómetros del centro de Teruel, junto a Dinópolis, hay un área para autocaravanas en la que reponer fuerzas antes de regresar a casa.
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